¿PROBIÓTICOS: QUÉ BICHOS SON ESOS EN LOS ALIMENTOS?
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Hace unos años que tanto en los medios de comunicación (TV, radio, prensa) como en los comercios de alimentación nos han invadido con conceptos de alimentos nuevos, entre los que se encuentran los famosos “probióticos”. ¿Cuántas personas se han sentido agobiadas cuando han ido al supermercado a comprar yogures y no han sabido qué escoger entre tantos productos diferentes? Pues bien, la entrada de hoy pretende resolver esas dudas, qué es un producto y qué es otro y saberlos diferenciar cuando vayamos al “super”.
Cuando le explicas a alguien que un probiótico es una bacteria, la reacción de más del 90% de la gente es: “¿Cómo? ¿Que me estoy comiendo bacterias o bichitos? ¿Que están dentro del yogur? ¡Qué asco!”
Pues sí, para empezar, un probiótico es una bacteria, y estamos consumiendo bacterias continuamente.
Nuestro intestino está formado por más de mil millones de bacterias, de diferentes especies y son las responsables de nuestra salud intestinal. El conjunto de bacterias de nuestro organismo se denomina microbiota. Sabemos que existen bacterias patógenas, causantes de enfermedades o infecciones, bacterias beneficiosas (por ejemplo los probióticos) y bacterias comensales, que forman parte de nuestro organismo, pero en un determinado estado de estrés, bajada de defensas, etc, pueden “apoderarse” y causarnos alguna patología.
En definitiva, en situaciones normales, saludables, existe un equilibrio entre el número de bacterias beneficiosas versus patógenas. Pero diversas situaciones pueden romper ese equilibrio, tales como el estrés, el consumo de antibióticos o los malos hábitos alimentarios, desplazando así la microbiota hacia un predominio de bacterias patógenas.
Es aquí donde entra en juego el papel de los probióticos, que se pueden definir como bacterias beneficiosas que ingeridas en cantidades adecuadas confieren un efecto beneficioso en la salud del consumidor. Por lo tanto, está claro que una de las funciones de los probióticos es la de restaurar la microbiota ya que competirán con el resto de las bacterias.
La mayoría de los probióticos los encontramos en los productos lácteos, ya que la leche es una matriz óptima para el crecimiento y/o mantenimiento de las bacterias probióticas. Existen multitud de bacterias probióticas, y los efectos beneficiosos no se pueden extrapolar de una bacteria a otra. Por eso existen tantos productos que ofrecen probióticos, que quedan registrados bajo las marcas comerciales. El más famoso de todos es Actimel, constituido por la bacteria probiótica Lactobacillus casei DN-114 001. También encontramos los famosos Activia, que en este caso llevan otra bacteria diferente, Bifidobacterium animalis DN173010; y LC1 de Nestlé, cuya bacteria es Lactobacillus johnsonii La1.
La guerra comercial entre marcas está basada en la patente de los probióticos, por eso nos encontramos marcas blancas muy similares en diseño a Actimel, como por ejemplo los de DIA o Carrefour, pero es imposible que sean iguales ya que Danone tiene su bacteria probiótica patentada, con lo cual los efectos del Actimel no se pueden extrapolar a los productos de marca blanca.
¿Y por qué algunos yogures no están en frío y están en estanterías? Porque son postres lácteos pero esos no llevan bacterias vivas, ya que se morirían. Así que si queréis comprarlos porque os gusten, perfecto, pero no penséis que os van a beneficiar los efectos de las bacterias, porque en este tipo de productos (pasteurizados después de la fermentación) no están vivas las bacterias, y recordemos que los efectos beneficiosos se atribuyen a bacterias vivas.
Y entonces, ¿qué diferencia al yogur de toda la vida de un Actimel, Activia, Simbiotic Drink, etc? Yogur, por ley, es el producto obtenido de la fermentación de dos bacterias: Streptococcus thermophilus y Lactobacillus delbrueckii subsp. bulgaricus. Cualquier otra bacteria en el producto significa que ya no se puede llamar yogur al producto, y se llama entonces leche fermentada, que es el nombre de todos los “nuevos” Actimel, Activia, LC1, Simbiotic Drink, etc. Se llaman leches fermentadas porque no contienen Streptococcus thermophilus y Lactobacillus delbrueckii subsp. bulgaricus, o si los contienen, además contienen otras bacterias.
¿Y qué bacteria es mejor? Pues bien, no se puede generalizar y habría que preguntarse para qué tipo de población, para qué tipo de desequilibrio o enfermedad, y múltiples variables, y llevar a cabo estudios científicos concretos que lo avalen. Es decir, no existe la “superbacteria” buena para todo y para todos.
Sin embargo, hay multitud de estudios sobre los beneficios de los probióticos en alergias, en la disminución del colesterol, la mejora de las defensas, la diarrea asociada a antibióticos, enfermedad de Crohn, etc.
Mi opinión es que los probióticos no son una panacea y hay que seguir investigando. Al contrario que el famoso bulo de “si el Actimel es malo”, que estoy totalmente en contra, NO ES MALO, tampoco os digo que sean milagrosos. Sí me gustaría que quedase claro que consumir un Actimel al día no es perjudicial por su contenido de bacterias porque de hecho es muy difícil que las bacterias lleguen intactas al intestino. Así que al contrario, habría que ser constantes y tomarlo diariamente para que ejerzan un efecto. Tomar uno aislado, sea de la marca que sea, no hace nada.
Como conclusión os diré que mi lema es: “Consumo probióticos porque mal no me hacen, y si de paso refuerzo la microbiota de mi intestino, mejor”.
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